Desde muy pequeño sabía que acabaría dedicando mi vida a trabajar con la imaginación. Ya en el cole pasaba más tiempo soñando y escribiendo historias que aprendiéndome fechas o fórmulas matemáticas.
Yo era el del 5 raspado, el que cuando había que escribir una redacción en Naturales sobre la flora y fauna de una foto, relataba en dos folios la historia del hombre que vivía en una casita que se veía al fondo de la imagen.
A día de hoy he entendido que ese es mi camino e intento ponerme a prueba cada día tratando de no perder nunca el foco.
Aunque cada año me hago un poco más mayor, ando buscando cada día a ese niño que creía que todo era posible.